lunes, 20 de abril de 2009

La esposa

No hay en tus ojos de grandes pestañas
las tentaciones del agua profunda,
y en tus pupilas dormita fecunda,
la sanidad de las quietas montañas

la sanidad de las vidas pacientes,
el chirriar de la tarda carreta,
la senda en paz y la cumbre por meta,
y la piedad de las aguas corrientes.

Tu no me estancas la sangre en el cieno,
ni la consumes avara en la brasa,
juiciosa amiga, mujer de mi casa,
tus blancas manos se sumen piadosas
en la blancura del lienzo lavado,
tus blancas manos me dan ovillado
el hilo oculto de todas las cosas.

1 comentario:

  1. Es preciosa, Alice, y como tú dices, es un homenaje no solo a tu amiga sino también a todas aquellas mujeres que en silencio dejan huellas que no se pueden borrar.

    Besos y rosas para tí.

    P.D/ Esta poesía deberías de colgarla en el otro blog, deja éste solo como presentación. ¿Te parece bien?

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